(Un vistazo al ornato de la ciudad)
Antonio José González Antías
Lic. en Historia – Paleógrafo
Por una ciudad limpia
Para propios y extraños, no hay nada más reconfortante que transitar por una ciudad limpia, libre de contaminación ambiental y llena de sitios atrayentes, para el solaz esparcimiento de vecinos y visitantes. Sin embargo, no siempre fue, ni ha sido así, pues las autoridades municipales caraqueñas tuvieron que lidiar, y aún lo hacen, al enfrentar situaciones que conforman actitudes no cónsonas con el buen vivir. Y en ello corresponde al ciudadano participar activamente en el cuidado del ambiente, al asumir una posición consciente para mantener la limpieza y belleza de la ciudad, lo que tampoco fue, ni ha sido así; por lo cual se hace necesaria una política educativa, de información, que acreciente en el caraqueño su amor por la ciudad.
Un poco de historia.
Desde tiempos tempranos, la preocupación por el aseo de la ciudad, mantuvo en alerta a las autoridades de todo nivel: El 14 de enero de 1793, el Síndico Procurador General de Caracas, Cayetano Montenegro, denunciaba este mal y entre otras cosas decía que desde algunas casas …”salen albañales a las calles públicas y por ellos aguas hediondas, que molestan a otros vecinos y a los transeúntes y son nocivas a la salud”… adicionaba a esta denuncia el daño que causaban los cerdos, pues aparte de la inmundicia que dejaban por donde pasaban, ocasionaban el despiedre de las calles; así también el juego de novillos -decía Montenegro- que en más de una ocasión atropellaron a las personas. No escapó a este cuadro negativo, la presencia de perros callejeros, que aparte del desaseo que causaban con sus deposiciones, en muchos casos eran animales portadores de mal de rabia. Trece años después, en 1806, el Gobernador Manuel de Guevara y Vasconcelos suscribe el Bando de Buen Gobierno de ese año, pues la alteración de la convivencia entre los caraqueños parecía continuar igual. Constituido por cincuenta y cinco artículos, se normaban la lectura de libros prohibidos, la guarda de la religión, porte de armas, uso de vestimenta, alumbrado público y mantenimiento de la ciudad. Este último punto, a través de varios artículos, tenía que ver con la limpieza y barrido de las calles (Art. 15) presencia de cerdos y perros en las calles (Arts. 16, 17 y 46) bote indebido de basura (Art. 27) y cuidado de la caja de agua, pila y acequias (Arts. 28,39,40)
Una vez concluida la Guerra de Independencia, con el trastoque propio que ello significó a todo nivel, los pueblos y ciudades retornaron a una cotidianidad relativa; pues ello se daba dentro de un clima de desatadas pasiones políticas, además con la presencia de grupos y facciones que pretendieron alterar el orden. El 24 de febrero de 1824 se creó el Bando de Policía de la Municipalidad de Caracas, que en su articulado exponía las normas para un mejor coexistir ciudadano, y entre otras señalaba: que no se podían bañar bestias (mulas, caballos, burros) en las fuentes públicas; así como tampoco estaba permitido correr caballos y mulas por las calles (Art. 13) …”Los gatos, perros, cualquier animal muerto u otra inmundicia que se encuentren en las calles, serán arrojadas al campo por el habitante de la casa en cuyo frente se halle”…(Art. 15) No estaba permitido dejar escombros en la vía (madera, piedra) pues ocasionaba molestias a los transeúntes (Art. 16) Sólo en las plazas públicas, y no fuera de ellas, se podían vender dulces, frutas, conservas u otra cosa con la debida utilización de aparadores, mesas o estantes para su expendio (Art. 17)
¿Y después?
Sin dudas que el propio proceso histórico que se desarrolló a lo largo del siglo XIX, hace precisión en que el caudillisimo, la inestabilidad política, economía en crisis y la anarquía constituyeron las características más resaltantes del período que inicia en 1830 hasta final de siglo, sin que ello signifique la resolución de los problemas que aquejaron al país en ese tiempo histórico. Igualmente es bueno destacar que la preocupación por la limpieza y ornato de la ciudad fuera asunto de primer orden, que inquietara a las autoridades para resolverlas. El acento más bien se ponía en la búsqueda de soluciones para solventar la crisis económica, para enfrentar el bandolerismo que infestaba los campos y para evitar la guerra y sus consecuencias; que todo ello pareció hallar solución en el conflicto de la Guerra Federal (1858-1863) lo cual no dejó de ser una vana ilusión, pues la persistencia del caudillismo y la inestabilidad política, entre otras cosas, no permitieron un cambio de situación.
Puede pensarse que con los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco (quien gobernó por sí y por interpuestas personas entre 1870 y 1888) se pudo lograr un embellecimiento de la ciudad de Caracas. Y, en efecto, se debe reconocer que se hicieron construcciones públicas como la del Palacio Federal Legislativo, el Paseo Independencia ( El Calvario, llamado hoy Ezequiel Zamora) el Panteón Nacional (en lo que fue la iglesia de la Santísima Trinidad) y se erigió la estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar, en lo que había sido la Plaza Mayor. Pero el problema de la limpieza de la ciudad persistía. Las quejas fueron muchas a este respecto, y en las Actas de Cabildo de Caracas se refleja esta problemática con intermitencia.
Al día de hoy, la situación de la recolección de desechos sólidos, la limpieza de las calles, el asfaltado de las mismas, la pintura de fachadas, mantenimiento de parques y jardines y otras tantas acciones, si bien se han atendido por las autoridades a las cuales le compete, es bueno insistir en la creación de una conciencia ciudadana, que vaya emparentada con los propósitos de la revolución bolivariana, en los términos de que la creación de una nueva cultura de vida pasa, necesariamente, por el mantenimiento y preservación del hábitat del hombre.
