CECILIO ACOSTA

Nació en un caserío a las afueras de la capital, en San Diego de Los Altos, el primero de febrero de 1818. Hijo de una pareja de campesinos, Caracas para ese tiempo apenas alcanzaba los 40 mil habitantes.

Muerto su padre, se mudó a la capital de brazo de su madre. Estudió en el Seminario Tridentino de Santa Rosa para la carrera sacerdotal, la cual abandonó para continuar en la Universidad Central de Venezuela. Cursó filosofía, matemáticas y derecho. Se tituló Licenciado en Derecho Civil y Abogado en 1848. Fue Secretario de la Facultad de Humanidades de la Universidad. Regentó la cátedra de Economía Política y también impartió clases de Filosofía y Letras.

Tuvo una trayectoria intelectual expresada en sus disertaciones universitarias, en las clases que realizó en institutos y a través de artículos en los impresos de variada índole que se publicaban en caracas. Era políglota, además de dominar el idioma castellano a través del cual se distinguió desde muy joven, porque escribió y fue reconocido internacionalmente.

Es calificado por Nucete Sardi como ensayista, polemista e internacionalista. En el Diccionario de Historia de Venezuela se le refiere como periodista también, porque escribió en los periódicos La Época, El centinela de la Patria, El Federal y otros. Pero de su pluma salió mucho más. Un ensayo en 1856, Cosas sabidas y cosas por saberse, lo catapulta entre la juventud de la época.

Su actividad fue más allá de la docencia o la intervención en educación o cultura.

En una época de necesidad, después de la Guerra Federal, se derogó el código penal de 1863. Posteriormente se le encomendó redactar el Código Penal en 1865, cuando se entregó el primer libro de cuatro al Congreso. La nueva codificación de las leyes penales realizada por Cecilio Acosta atravesó diversos obstáculos hasta 1872 en que fue renombrado, junto a Juan Pablo Rojas Paúl para culminar el proyecto. Éste fue propuesto y aprobado por el Congreso en 1873, durante el septenio de Guzmán Blanco. Y duró poco más de dos décadas.

Nombrado Individuo de Número de la Academia de Ciencias Sociales y Bellas Letras en 1869. Su discurso como nuevo integrante en la Real Academia Española contiene los elementos que siempre lo distinguieron, un humanista luchador de la palabra por el progreso material de la sociedad venezolana, en un país que vivía en la precariedad, desgarrado por el titánico esfuerzo social de la Independencia y el caudillismo, la lucha por el poder ejecutivo de una nación.

Su equilibrio político, porque no fue de ningún partido, siendo de ideología liberal fue otra de sus características. Por eso tuvo siempre la oportunidad de confrontar con cualquiera, sin importar las consecuencias, incluso con el fundador del liberalismo venezolano, el padre de Antonio Guzmán Blanco.

Falleció en Caracas, el 8 de julio de 1881, en la austeridad en que siempre vivió. Pobre como siempre, la caridad pública pagó su entierro.

Sus restos están en el Panteón Nacional desde 1937, cuando se abrió una nueva época democrática y los humanistas que no fueron genuflexos volvieron a ser considerados.

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