Antonio José González Antías
Lic. En Historia – Paleógrafo
Venezuela vive un tiempo histórico estelar. Nada pretensiosas ni altisonantes son estas palabras, pues en otras etapas de su vida el país ha sido, igualmente, una referencia de interés en el concierto mundial: basta con poner como ejemplo la participación de nuestra patria en las jornadas libertadoras de las tres primeras décadas del siglo XIX, cuando las armas nacionales recorrieron largos kilómetros para el alcance de la independencia de buena parte de suramerica, con Bolívar, Sucre y Urdaneta a la cabeza pero también con un pueblo acompañante, dispuesto a todo por el alcance de la libertad.
Trayectoria que testimonia un hacer de siempre, donde las expresiones de la solidaridad, la fraternidad y la unidad no son términos huecos, endebles, sino palabras con contenido amplio y profundo en la tarea de buscar el bienestar del pueblo, del pueblo todo. El gran ductor de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, así lo comprendió y fue determinante en esa búsqueda, agotando todos sus esfuerzos en ese propósito.
El barrio nuestro de cada día
Como él mismo lo expresó en más de una oportunidad: ¡hay que llegar a las catacumbas del pueblo! Y efectivamente así ha sido, aun cuando queda mucho camino por recorrer en este hacer sin pausa. Las palabras del Comandante no cayeron en saco roto, y en cada rincón, cada barrio y cada urbanización cobra fuerza el rol participativo y protagónico de las comunidades, de los diversos colectivos que hacen vida en ellas. Desde Lídice o Chapellín, en Caracas, Barrio a Juro en Higuerote o hasta Los Tronconales en Barcelona, la realidad pujante de los barrios es contundente.
Es, ciertamente, la vida de todos los días con su carga de problemas a lo extenso de nuestras calles, ahora con mayor fuerza ante la arremetida de sanciones imperiales que debemos soportar, pero que enfrentamos con la más profunda conciencia y decisión: esta posición -precisamente- es la que el imperialismo y sus tarifados acá en Venezuela no han sabido o no han querido comprender. Y es que a esta guerra multimodal a la cual nos tienen sometidos, en la cual han probado mil y una formas de quebrantar la conciencia del pueblo, la hemos sabido enfrentar victoriosos siempre con nuestra reserva moral por delante, con un Presidente como Nicolás Maduro que ha sabido interpretar la hora del pueblo, la tarea de las comunidades, en función de cimentar con mayor fuerza las bases revolucionarias en lo económico, lo político y lo educativo, principalmente esto último, pues sin educación estamos sujetos a caer fácilmente en las garras del dominio del imperio y sus transnacionales, con las corporaciones mediáticas haciendo su trabajo de manejadores del mensaje antirevolucionario.
Pero en cada pueblo, barrio y urbanización están ojo avizor las comunidades vigilantes y, como dijimos, la revolución no sólo se defiende con el enfrentamiento directo, frontal, contra el enemigo, sino con el trabajo productivo, la educación y el desarrollo todo del ser cultural en todos los ambientes y momentos. No basta con atender la carencia distribuyendo la caja CLAP, hay que buscar también al anciano que requiere de medicinas, a la mujer embarazada o al joven desprotegido. Hay que profundizar en las reuniones colectivas, en las lecturas, en los cine-foro y en el deporte. Es imprescindible la discusión constructiva, ideológica, que nos permita comprender con mayor amplitud el proceso que vivimos.
Solidarios siempre
Si usted va un fin de semana a cualquier barrio caraqueño, se dará cuenta de dos cosas: primero, que todos son iguales y, segundo, que todos son activos, dinámicos, en su afán de colaborar -dependiendo de sus necesidades- en la solución de los problemas de salud, educación, vivienda y seguridad. Y es aquí donde se manifiesta contundentemente el protagonismo y la participación. Es el barrio haciendo, resolviendo, buscando soluciones, pero al mismo tiempo exigiendo la presencia de las autoridades de todo nivel. Se trata de la concreción efectiva, en los hechos, de las comunidades ejerciendo el poder, pero no el poder jerárquico, de mando, sino el poder hacer, llevar a la realización los postulados socialistas.
El país ha estado sometido a una arremetida implacable de los factores atados a las ansias capitalistas, y no han tenido compasión alguna cuando diseñan sus planes de ataques a Venezuela; ya en lo diplomático, en lo político, en lo económico y hasta en lo bélico. De ello hemos tenido amplia experiencia en los años recientes, pero con paciencia y conciencia los hemos doblegado. Contra las bases militares estadounidenses en territorio colombiano, oponemos las innumerables bases de paz en nuestra amada Venezuela. Y así seguiremos, pues nuestras comunidades incrementarán cada vez más su deseo por que esa paz permanezca, pero no en una actitud contemplativa, sino a través del trabajo, de la educación y del desarrollo cultural en todos sus aspectos.
El trabajo colectivo construyendo una acera, levantando una casa o erigiendo una cerca, no es solamente un hecho material, sino constituye también la excusa para manifestar la solidaridad y el acuerdo entre todos, para alimentar nuestros propósitos de ser y hacer patria, para expresar nuestro amor por nuestros padres, hijos, cónyuges y vecinos. Igualmente es excusa para prender la rumba de fin de semana, oír nuestra música y deleitarnos con una olla de hervido colectivo. Estas cosas no la entienden algunos, pero si alguna vez dimos muestra de ello fue cuando el ataque eléctrico que propició un apagón nacional, y en cada rincón de Venezuela flotó una palabra con mucho contenido: SOLIDARIDAD.
Así que mientras el barrio viva, exista y tenga el fuelle suficiente para aguantar cualquier embestida, venga de donde venga, la patria seguirá su rumbo hacia la búsqueda de la felicidad manifestada en el logro de la hechura material del pueblo, mejor salud y educación para la mayoría. Hacia allá vamos…
